sábado, 20 de agosto de 2011

NO LO VUELVO A HACER

Me gusta escribir. Me gustan las mujeres. Eso es una mentira: me encantan las mujeres. Frente a ellas me asumo incapaz, incompleto, torpe, cursi, vulnerable, débil. Pero, no es puro fatalismo; de hecho, lo antedicho es lo menos sentido. Cuando una mujer vence el instinto de supervivencia y el sentido estético y se atreve a compartir tiempo conmigo, siento como si el cuerpo no existiera y flotara muy suavecito, como si pudiera vencer a cualquier gigante poderoso, como si el lenguaje se hubiera inventado para ella y para mí nada más.


Lo malo es cuando se juntan mis dos pasiones. Una vez me enamoré. Juro que fue una sola vez y no lo vuelvo a hacer. Escarmenté.


Las letras son mi amor eterno y ella era la mujer más bonita del mundo, así que decidí unir esos amores y pensar que al fin había llegado mi momento, que amor de tinta y de sangre era posible, que debía soltar el lazo de la desesperanza… y me fui, me dejé, me permití soñar, di permiso a mi cursi interno de escribir mil y un ridiculeces para cantar la hermosura de la inteligencia del cuerpo del alma de la perfección en persona… ¡hermanos, qué regada! Salí apaleado, mi mente se perdió, me comportaba como un adolescente inexperto, como un obseso inaguantable, como quien perdió todo sin haber tenido nunca nada. Estaba irreconocible: mi raciocinio era obnubilado por la tristeza, sólo quería estar con ella, quería que me quisiera la mitad de lo que yo la amaba, quería escribir la mejor obra literaria para que quisiera quedarse conmigo aunque fuera para presumir, quería que me viera con sus ojos de incendio… se asustó… no me quería, nunca me quiso.


Debo decir en mi defensa que ella daba mensajes muy equívocos: parecía quererme, parecía que le encantaba estar cerca de mí, parecía que le gustaba mi hórrida presencia, en fin, cualquier ser humano medianamente normal hubiera pensado que era correspondido. Fue terriblemente doloroso, tanto que todavía lo recuerdo y eso que aún no terminaba la primaria.


Desde entonces entendí que no se puede amar a dos perfecciones: cuando amo, no escribo; cuando escribo, no amo.

4 comentarios:

  1. Me gustó mucho tu texto.

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    1. Muchas gracias, Anónimo. Y es de agradecer especialmente porque tú has escrito un montón de obras: hay cientos de obras de autor Anónimo.

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  2. Chema querido! esos cachetazos lingüísticos que das me seducen!!!!

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    1. Muchas veces los cachetazos lingüísticos dejan con mayor dolor el cachete del sentimiento que el del cuerpo. Gracias, Marcela.

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