lunes, 4 de octubre de 2010

TENGO TRES HIJOS

Tengo tres hijos y es como decir que tengo tres soles en mi sistema. Cada uno de ellos es una estrella a su estilo y alumbra de diferentes maneras: con risas, con profundidades filosóficas o con solidaridad. Cada luz es diferente y cada una me ilumina un poquito cuando la oscuridad se pega atrás y delante de mis ojos.
Tengo tres hijos y es como decir que tengo tres corazones. Uno lleva la sangre de la promesa, otro la sangre del día y uno más la sangre de ayer. Cada torrente es alimento de mi cuerpo, de mi cabeza que nunca está quieta sobre todo para ellos y por ellos. Cada sangre es distinta y complementaria: las necesito todas.
Tengo tres hijos y es como decir que tengo tres novelas escritas. Una es una reseña de la realidad, la otra un tratado de metafísica y la otra una comedia. Ninguna sigue los cánones de los géneros, se permean, se tocan, se enseñan y las disfruto. Esos textos que me alegran, me demuestran que escribirlos ha sido mi mejor obra.
Tengo tres hijos y es como decir que tengo tres puntos cardinales. Todos son norte de mis momentos perdidos, todos marcan mi ruta, todos muestran cómo no perderme en el mundo. Juntos son mi brújula y mi mapa, mi estrella guía, mi timón y meta. Son mi ancla a la vida y, que perdone la lógica, mi movimiento perpetuo.
Soles, corazones, novelas, puntos cardinales, es como decir nada. Es sólo acercarse a la voz y los ojos y la risa y la frescura y la bondad infinita de mis tres hijos.
Tengo tres hijos y es decir, sin duda, que nada falta, que nada es obstáculo, que nada asusta. Que ayer y hoy y mañana es siempre, que su mirada de atención y duda es pan, que su risa es agua, que su respiración es aire y que su bienestar es mi placer.
Tengo tres hijos.