martes, 23 de septiembre de 2008

EL BESO


En cierta ocasión me encontraba comiendo una hamburguesa, bastante horripilante, en un establecimiento de comida rápida. Llevé a mis hijos a que se aventaran como locos por una resbaladilla que ni permitía que se resbalaran pero en fin. Mientras trataba de masticar ese pedazo de incógnita (a poco alguien se atreve a asegurar que es carne), mi instinto de fisgón me obligó a fijarme en las personas que estaban sentadas a mi alrededor. Me gusta ese ejercicio del intelecto más morboso, que te ayuda a comprender mejor la naturaleza humana viendo cómo actúa la gente cuando no se sabe observada (mentira, soy un chismoso y metiche de primera).

Mi vista recorría el espectáculo involuntario, cuando tuve que detenerme ante la vista de una pareja que se besaba. No voy a plantear aquí las interrogantes del cariño, del show, de la higiene poshamburguesa ni nada por el estilo. Mi atención se fijó en la chica, que besaba a su amado mientras con la vista recorría todo el establecimiento. Fue curioso ver esa falta de concentración y de interés.

Tuve el cinismo de esperar el término de ese antibeso para descubrir la reacción de ambos besantes. Hicieron lo obligado: despegaron sus labios, se dieron otro pequeñísimo e instantáneo beso, se miraron y sonrieron. Clásico de clásicos.

Me quedé pensando que un beso es para disfrutarse; los ojos se cierran involuntariamente para evadir la horrible realidad y transportarnos a un mundo que esté acorde con lo que estamos sintiendo o deseamos sentir. Quien no cierra los ojos al besar, no puede ser una persona confiable; quien toma al beso como un trámite de pareja y no como una comunión momentánea, como una complicidad infinita encerrada en algunos segundos, no puede ser alguien que disfrute de la vida. Estaba agarrando inspiración para seguir definiendo la grandeza de un beso, cuando pensé en cuántas veces me habrán besado sin ganas ni concentración ni gozo ni empatía ni calor ni nada, con los ojos abiertos. Nunca lo voy a saber: siempre se me cierran los ojos y el mundo se queda atrapado en la boca.