lunes, 19 de julio de 2010

NI MODO

Ni modo, debo decirlo aunque camine sobre el filo de la navaja: he estado meditando mucho sobre la necesidad de manifestarse de ciertos grupos. Me refiero específicamente a los homosexuales. Cada quien es libre de profesar el credo sexual que prefiera, el que su naturaleza le imponga, el que su gusto mande. El gusto o la atracción no necesitan ser explicados, justificados ni racionalizados: quién tiene que explicar por qué le gustan las chuletas ahumadas. El mismo caso es con las atracciones y gustos en general.

Pero, y aquí es donde empieza el problema, ¿cuál es la necesidad de andar gritando por el mundo lo que somos o nos gusta? Me gusta la carne en pasilla, bien, ¿y?, ¿es necesario ir diciendo a toda la gente que me gusta mucho? Lo mismo sucede con todos los gustos y preferencias e inclinaciones: me gustan las mujeres: ¿es necesario que lleve un distintivo que lo diga a quien no lo pregunta?, ¿hace falta leer temas exclusivamente heterosexuales porque lo soy?

Todo esto surge porque iba en el metro justo el día y la hora en que terminó la marcha del orgullo lésbico-gay y en cierta estación se subieron un montón de participantes de este evento. Les gusta gente de su mismo género, bien. Les parece necesario exigir respeto por su modo de vida, bien. Pero, ¿por qué gritar y hacer escándalo cuando se escucha alguna música sólo para demostrar que se está orgulloso de cierta condición natural, sin importar importunar al resto de pasajeros?

En verdad que me resulta muy difícil tomar en serio a alguien que exige que no se le juzgue cuando lleva alas de algodón de azúcar rosa y va con tirantes por playera.
No es que me asuste ni nada por el estilo, es simplemente no entender bien las actitudes contradictorias.

Alguna vez en un curso de literatura homosexual en la universidad, los compañeros gays discriminaban y minimizaban los comentarios (literarios) de quienes no lo somos. Recuerdo que siempre citaban obras de sociología homosexual, psicología homosexual, y a quienes sólo leíamos textos sin calificativos genéricos, nos decían que nuestra opinión no era tan válida como la de ellos. Exigían respeto y ofrecían discriminación.

No quiero pecar ni de extenso ni de prejuicioso, sé que mi comentario no es políticamente correcto, pero aún no sé cuál es la necesidad de algunos de ir gritando a los cuatro vientos su inclinación sexual, pareciera que quieren justificar algo que nadie les pide que lo hagan.

Quizá debo ir por la vida con un distintivo que me señale como un heterosexual agnóstico con una enfermiza inclinación por los panes de dulce rellenos de crema.

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