miércoles, 31 de octubre de 2012

ALICIA SE FUE


Si tu memoria se va, aquí está mi piel para

 recordar tu nombre y el mío.

Tatuaje de 2012



Mi madre siempre fue poco convencional: no recuerdo, en verdad que no recuerdo, que alguna vez me haya dado un beso espontáneo, que me haya dicho cuánto me quería o que demostrara de alguna manera socialmente acordada su emoción o gusto por algo. Siempre deseó ser quince centímetros más alta, tener ojos verdes. Al final los tuvo y siempre los va a tener.

Mi madre siempre fue histórica: callada como civilización perdida, con el gesto duro para endurecer a sus hijos y que nada los dañara pero con una sonrisa más grande que sus brazos cuando algo provocaba su súbita alegría. Enseñar sin palabras, tan solo con el gesto sin que fuera un acto de adivinación, pudimos entender su lenguaje callado que nos advertía si algo hacíamos bien (y sus ojos sonrientes) o algo hacíamos mal (su mirada-tigre).

Mi madre siempre fue literaria: se llamaba Alicia y al final de sus días se fugó a su País de las Maravillas en donde ya nada la dañaba y podía jugar con sus recuerdos más queridos, aunque nosotros estuviéramos perdidos en algún laberinto de su mente. El lenguaje poco a poco se fue transformando y de pronto era silencio y en ocasiones era sonido desesperado por ser entendido. Los pasos requerían todo un entrenamiento para dar dos seguidos. Su cuerpo era lo de menos.

Mi madre siempre fue un festejo: nació un 24 de diciembre y murió un 31 de octubre. Murió hoy. Con su prisa tenía que marcar los puntos de su existencia un día antes del nacimiento por antonomasia (la Navidad) y un día antes del Día de Muertos. Nunca quiso esperar aunque aprendió a esperar esperando, pero ya no supo que esperaba ni qué esperaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario