jueves, 11 de noviembre de 2010

DEMOCRACIOLATRÍA

Ya no hay gente especial. Cada vez son menos los viejos con barbas largas largas y blancas blancas que uno se encuentra por el mundo. Es muy difícil encontrar a honestos profetas del fin del mundo gritando a voz en cuello por las calles, invitando a arrepentirse de todo. Ya casi no se ven gitanas con sus enormes faldas floreadas prometiendo que le dirán a uno el porvenir infaliblemente a cambio de una pequeña cantidad.
No es fácil localizar a los taumaturgos creando milagros, grandes y pequeños, de la nada. Ya no hay niños que leviten ni mujeres que maten con una mirada ni hombres que levanten mil kilos o peleen con monstruos mitológicos y únicos.
Los sueños ya no son prolegómenos de nada ni anuncian nada ni siquiera una catástrofe chiquita ni hay soñadores de futuros. Los sabios milenarios ya no existen o están escondidos de la mirada de la humanidad que ya no los merece.
Y realmente la humanidad ya no merece tales maravillas por su necedad en igualar todo y hacer una democraciolatría, en querer fingir que todos somos iguales… ah, pero si surge alguien extraordinario, no faltan los filósofos del “todos iguales” que pregonan que todos somos una maravilla porque somos inigualables, únicos y especiales… qué pobreza y qué manera de ahuyentar la majestuosidad de los seres realmente irrepetibles, excepcionales y mágicos.
Si queremos ver de nuevo duendes corriendo por los jardines o viejas brujas que saben hechizos para todo o enormes héroes que nos defiendan de los grande males, dejemos de fingir que todos somos iguales, que somos humanos estándar, que la grandeza debe ser asfixiada y no respetada.
En verdad que ya no hay gente especial.

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